martes, 3 de febrero de 2009

Chile


Allí está, una montaña de deslumbrante pico nevado, que desde esta gran laguna luce como una gran irreverencia al fresco clima. Está allí, tan lejos que la insolente neblina a veces aparece para recordármelo; pero la puedo ver y eso la coloca más cerca que antes.

Mientras veo mi paz reflejada en el lago, trato de pensar en el inmenso mar que me separa de mi hogar, pero esa imponente montaña da luz a mi mirada, mientras dibuja una sonrisa imperceptible a los demás. Volteo y no hay alguien, me siento acompañada pero mis ojos no pueden ver más que hielo, roca, tierra y agua.

Con la cara sucia del trayecto y las mejillas sonrosadas por el sol, arrugo los ojos ante el resplandor mal tapado por mi gorra. Un eco en el horizonte me recuerda que quedé rezagada del grupo, pero algo en el ambiente me prohíbe preocuparme, aunque se que no puedo sobrevivir sola a esta noche. El eco se repite dejando que mi nombre golpee las paredes de las montañas. Sí, deseaba que ocurriera, pero ahora no quiero ser molestada.

Él lo sabe y se sienta tímidamente a mi lado con el silencio de la sabiduría que lo caracteriza. Lo veo, le sonrío y me responde con esa cálida mirada que podría derretir la nieve. Él ve la montaña conmigo y al ver el horizonte, veo el reloj que me recuerda que el tiempo existe y que ni la más sublime sensación lo puede detener. Nos vemos buscando aprobación y con un acuerdo de 20 mil palabras no dichas, nos paramos a buscar donde acampar.

Mientras sonríe dice "deja vu", yo río tratando de ocultar la vergüenza de hacerlo devolver con el peso de la carpa en su espalda, solo para rescatarme del hipnotismo de la montaña.

Él sabe que después de haber visto esto me puedo morir, él sabe que es lo mejor que me pudo dar y en este momento, en este trayecto donde me acerco más a la montaña mientras accidentalmente siento el placer del roce de su mano, me pregunto a dónde voy.

No quiero regresar, pero tampoco puedo ir a la montaña. Él me abraza como si leyera mis pensamientos y me anima a caminar sin ellos, solo con ilusión, gratitud y amor.

Él se detiene, me abraza fuerte otra vez, toma mi rostro con unas manos de temperamento fuerte y me envenena con su mirada dejándome caer desvanecida en sus labios. Me podría morir ahora sintiendo que la vida me dio todo lo que me pudo dar.

2 comentarios:

Fénix dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Fénix dijo...

Yo le averiguo el pasaje a Chile, pero no le garantizo ser el tipo de caracter fuerte en cuyas manos se derritan sus labios...

Pero podemos ir a ver a Colo Colo...weon'

lobiu